El cambio climático, la disminución en la producción de alimentos o en la disponibilidad de agua dulce, las migraciones forzadas, las inundaciones o el riesgo de desertificación conducen a un aumento de los conflictos, calificados como ''ambientales''.
Señala el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que en los últimos 60 años al menos el 40% de los conflictos internos mantienen relación con la explotación de los recursos naturales. Por un lado, porque se consideran de alto valor: madera, diamantes, oro o petróleo; pero también por considerarse escasos, como la tierra fértil y el agua. ''Cuando se trata de conflictos relativos a los recursos naturales, se duplica el riesgo de recaer en el conflicto'', agrega Naciones Unidas.
El paradigma de estos conflictos es de Dahrfur (oeste de Sudán), que estalló en 2003 después de que se pudiera constatar un aumento demográfico, procesos de degradación y erosión del suelo, sequía y disminución de la producción agrícola y de pastos. ''La de Dahrfur se considera la primera guerra climática'', ha afirmado el miembro del Centro de Investigación sobre Desertificación CIDE-CSIC, José Luis Rubio Delgado.
Uno de los factores que explican los conflictos ambientales es el riesgo de desertificación.
El 17 de junio Naciones Unidas informó que cerca de 1.500 millones de personas en todo el mundo viven en tierras en proceso de degradación, y casi el 50% de los habitantes más pobres del planeta un 42%- viven en zonas ya degradadas. En relación con posibles conflictos, ''la degradación de las tierras convierte a estos lugares en los más inseguros del mundo; en algunos casos, esta inseguridad puede llegar a desestabilizar regiones enteras'', indica Naciones Unidas.
La Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria celebrada en Roma (2009) dejó claro que bastaría con dedicar 30.000 millones de euros anuales al desarrollo agrícola para combatir el hambre en el mundo. Mientras, según la FAO, alrededor de un tercio de la producción de alimentos destinados al consumo humano se pierden o desperdician en el conjunto del planeta. Si se recuperara la mitad de aquello que se pierde o desperdicia, podría alimentarse al conjunto de la población mundial. La comparación puede formularse en diferentes términos, pero en todos los casos resulta inasumible: en el mundo según la FAO- se desperdician alimentos por valor de 565.348 millones de euros (sin contar el pescado y el marisco), mientras 870 millones de personas pasan hambre todos los años.
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